EL EFECTO INVERNADERO Y LA AGRONOMÍA
PRODUCCIÓN DE GASES INVERNADEROS EN EL SUELO:
El suelo produce y/o consume naturalmente dióxido de carbono (CO2), metano
(CH4) y óxido de nitrógeno (N2O). Con los cambios en la agricultura
convencional (usando químicos) las emisiones aumentaron sustancialmente, sobre todo, la aplicación desmedida
de fertilizantes químicos
promueve la producción
de óxido de nitrógeno en
los suelos. Estos
fertilizantes están compuestos
de una gran parte de
nitrógeno, de este nitrógeno,
una parte (en un promedio 1.25%)
se puede convertir en óxido de nitrógeno
y escaparse desde el suelo al
aire (a la atmósfera).
EMISIÓN DE GASES INVERNADEROS DE LA GANADERÍA:
El proceso de la digestión de los alimentos en el estómago (rumen) del ganado bovino produce grandes cantidades de metano que escapan a la atmósfera. El aumento de la actividad ganadera en todo el mundo contribuyó sustancialmente al calentamiento global. Otra fuente de gases con efecto invernadero en la ganadería son los estiércoles que producen durante su descomposición metano y óxido de nitrógeno.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la actividad ganadera genera aproximadamente 7.1 gigatoneladas de dióxido de carbono al año, 14.5% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) inducidas por la actividad humana, 46% de las emisiones provienen de la producción de leche y 43% de la producción de carne de bovino.
América Latina y el Caribe representan la mayor proporción de emisiones de GEI por actividades pecuarias, aproximadamente 1.3 gigatoneladas anuales, lo que se traduce en un 18.3% de las emisiones mundiales. Principalmente se atribuye a la producción especializada de carne de bovino y el cambio de uso de suelo, reducción de la superficie forestal para el establecimiento de pastizales y tierras agrícolas para producción de forrajes.
LOS ABONOS NITROGENADOS, GRANDES FUENTES DE EMISORES DE N2O
En el ciclo del nitrógeno se producen compuestos que contribuyen de forma importante al efecto invernadero, siendo el más importante el óxido nitroso (N2O). El N2O es el tercer gas de efecto invernadero en importancia, con un potencial de calentamiento global unas 300 veces superior al CO2 y una vida de 120 años, representando cerca del 8% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. La utilización de grandes cantidades de fertilizantes nitrogenados en la agricultura industrial ha incrementado enormemente las emisiones de óxido nitroso, siendo la principal actividad emisora de este contaminante. Por otra parte, debido a la gran cantidad de energía que requiere su fabricación, los fertilizantes constituyen el insumo con mayor componente energético de la producción agrícola, suponiendo el 1% del consumo energético mundial.
Pero seguramente lo más grave es que la intervención humana ha perturbado tan drásticamente el ciclo del nitrógeno al introducir de forma artificial en la biosfera cantidades ingentes de este elemento, que la capacidad desnitrificadora de los ecosistemas parece encontrarse cerca del colapso. Según Planetary Boundaries, un estudio que analiza los límites planetarios al desarrollo de la humanidad, la acidificación de los ecosistemas y eutrofización de las aguas dulces y costeras debido al exceso de nitrógeno representa una de las grandes amenazas para la habitabilidad de la Tierra, junto al cambio climático y la pérdida de biodiversidad. El estudio recomienda reducir drásticamente (al 25% de la actual) la fijación industrial de nitrógeno y el empleo de fertilizantes sintéticos en la agricultura, el ciclo del nitrógeno está unido de forma muy estrecha al ciclo del carbono, por lo que la desestabilización del primero puede tener consecuencias imprevisibles y potencialmente catastróficas para el clima.
AGRICULTURA Y EL CICLO DEL CARBONO
Los suelos son la mayor reserva de carbono del ciclo terrestre de este elemento. Cualquier alteración del carbono acumulado en ellos, por insignificante que parezca, puede tener un impacto muy importante en el balance global de carbono. La roturación de suelos en ecosistemas naturales, bien sean bosques, pastizales o incluso terrenos marginales abandonados, puede suponer grandes emisiones de carbono, nos ofrece una idea de la importancia de la conservación de los suelos no cultivados en términos de carbono almacenado.
La transformación de ecosistemas naturales a agrícolas provoca la pérdida de hasta un 60% del carbono almacenado en los suelos en las zonas templadas y del 75% o más en los trópicos. Este carbono se pierde con relativa rapidez (del orden de la mitad en los primeros 10 años) al poner en cultivo nuevas tierras, recuperándose muy gradualmente cuando se dejan descansar. La fertilización de los suelos (que aporta nutrientes a los microbios que viven en el suelo) también contribuye a la oxidación de la materia orgánica del suelo y a la liberación de CO2.
La agricultura desempeña un importante papel en lo que respecta al cuidado de los suelos y su contenido en carbono. La erosión y degradación de los suelos provocada por una agricultura intensiva y por la falta de aportes de materia orgánica (sustituida por fertilizantes químicos) ha empobrecido de forma preocupante buena parte de la superficie agrícola del mundo. Por el contrario, la agricultura ecológica puede desempeñar un importantísimo papel en la recuperación y mantenimiento del carbono del suelo, actuando como auténtico sumidero de carbono.
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